En 1986, escribía Eduardo Galeano sobre Colombia, “Mientras cancilleres y doctores claman, proclaman y declaman, la realidad existe. En los campos colombianos se libra a tiros la guerra entre conservadores y liberales; los políticos ponen las palabras y los campesinos ponen los muertos. Y ya la violencia está llegando hasta Bogotá, ya golpea a las puertas de la capital y amenaza su rutina de siempre, siempre los mismos pecados, siempre las mismas metáforas: en la corrida de toros del último domingo, la multitud desesperada se ha lanzado a la arena y ha roto en pedazos a un pobre toro que se negaba a pelear”. 

Es el año 2021 y siguiendo el presagio de Galeano, la rutina Bogotana de siempre se rompió de la mano de quienes menos esperaba la ciudad: las y los jóvenes.

Y es que después de más de 60 años de un trágico conflicto armado, después de dos casi-fallidas firmas de acuerdos de paz, después de un esfuerzo ciudadano admirable para construir las bases de la institucionalidad que juzgaría el pasado y sentaría las bases de paz, y a la mitad de una pandemia que acabó con la economía y la salud de una gran parte de la población, el  Presidente Ivan Duque presentó su intención de promover una reforma tributaria que cargara los costos de la recuperación económica colombiana sobre los hombros de las clases medias y trabajadoras. 

Tal vez Duque y su gabinete pensaron que el pueblo estaría vencido por años de lucha o que estaría agobiado por la pandemia, pero lejos de pasar desapercibida, la iniciativa despertó el enojo del pueblo colombiano, pero sobre todo de las y los jóvenes, quienes después de crecer en un país en guerra ahora se les sentencia a vivir empobrecidos o en deuda. 

Pero siguiendo las palabras de Galeano, la autoridad colombiana se lanzó al ruedo para intentar despedazar lo que se considera la primera movilización ciudadana de la era post-acuerdos de paz. Se calcula que en algunas de las muchas manifestaciones se alcanzaron los veinte mil manifestantes.

Frente al abrumador rechazo a la reforma, el gobierno respondió enviando al ESMAD, el Escuadrón Móvil Antidisturbios, que atacó a los manifestantes buscando encontrar en ellos al enemigo interno que había sido entrenado para enfrentar en tiempo de guerra. Con armamento “no letal” pero usado con fines de muerte (tiros directos a manifestantes a corta distancia), con tácticas de guerra como la desaparición forzada y la violación sexual, el ESMAD quiso acallar la rabia ciudadana. En respuesta, encontró más rabia organizada. 

Desde Septiembre 2019, cuando el ESMAD asesina al joven abogado Javier Ordoñez, y hasta el día de hoy, la Sociedad Civil organizada denuncia más de 14 víctimas fatales por arma de fuego y más de 76 heridos por armas de Fuego, todas a manos de este escuadrón asesino. 

Parece entonces que lo que vive el pueblo Colombiano es un intento del gobierno por regresar a la guerra en tiempos de paz. Pero ahora los enemigos internos son los jóvenes y la esperanza de paz de un país.

Global Exchange se sumó al llamado de ayuda de la ciudadanía colombiana enviando a dos periodistas reconocidos que documentaron y publicaron sendas denuncias de abuso policiaco en medios estadounidenses e  internacionales.

Una semana después, llegué a Bogotá para reunirme con organizaciones, víctimas de violencia policiaca, artistas, legisladores y académicos para escuchar su agenda de lucha y de acción. Como parte de esta visita, sostuve una conversación con Ali Bantú Ashanti, parte del colectivo de defensa legal Justicia Racial, sobre los paralelismos entre la lucha contra el abuso autoritario de los gobiernos de las comunidades afrodescendientes en Colombia y Estados Unidos 

Como resultado de estos encuentros, acordamos impulsar  una serie de acciones para educar y movilizar a la opinión pública estadounidense, así como para incidir en los paquetes de ayuda económica al gobierno colombiano con un solo objetivo: obligar al gobierno de Iván Duque a una reforma policial que saque a las corporaciones policiacas de la siempre impune justicia militar para que se someta al sistema judicial civil, como cualquier ciudadano. Una reforma policial que permita controles ciudadanos a la actuación policial. Una reforma policial que asegure mejores sistemas de reclutamiento, formación y ascenso. Una reforma policial que tenga protocolos claros y efectivos para evaluar y castigar el desempeño de la policía. 

Por favor, llama a tu representante en el Congreso para exigirle que agregue su nombre a la carta del Senador Johnson que exige acciones inmediatas para detener la violencia del Estado en contra de manifestantes, particularmente afrocolombianos e indígenas.   

Una reforma policial que civilice a la policía, que le devuelva la esperanza al pueblo, que respeta el derecho a la manifestación y que deje de hacer de la violencia un circo romano o una fiesta brava de la que se alimente una oligarquía insatisfecha, hambrienta de violencia y opositora a la paz, como la corrida de toros de la que hablaba Galeano.